¿Por qué soy católico? Es mi esencia

Tras la Navidad, estamos viviendo nuestra segunda mayor tradición cristiana, la Semana Santa. Una tradición que no podemos dejar de vivir ni que nos la quiten o nos la ensucien, a través de continuos ataques desde la ultra izquierda política española, o desde una inmigración totalitaria y racista como la musulmana. Personas completamente incapaces de adaptarse a una sociedad distinta a la suya y que además, son totalmente incapaces de respetar las creencias y tradiciones de los países a los que llegan el 90% de ellos de forma ilegal y en muchos casos a través de la violencia.

A pesar de que mucha parte de la política española diga que España es un país laico, la realidad es otra cosa muy distinta, nuestras raíces por mucho que pese, son cristianas. El cristianismo y el catolicismo, es una buena parte de nuestra esencia española, y eso nadie nos lo puede quitar. Recordemos que cuando un país pierde su esencia, pierde su alma, sus raíces.

Para todos esos que me preguntan, ¿por qué eres católico?  Pues fácil, aquí os dejo dos textos que explican a la perfección mis sentimientos.

LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ

(Antonio Royo Marín, teólogo y sacerdote)

PRIMERA PALABRA «PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN» (LC. 23, 34)

Acababan de levantar en alto a Jesucristo clavado en la cruz. Y es precisamente entonces cuando Jesús dice: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».

¡Cuántas veces Jesucristo a lo largo de su predicación nos enseñó la necesidad imprescindible de perdonar!

¡Tengamos el valor de perdonar! no por nuestros enemigos si no podemos,  sino por Cristo, por amor al divino Crucificado.

SEGUNDA PALABRA «HOY ESTARAS CONMIGO EN EL PARAÍSO» (LUC. 23, 43)

Dice el Evangelio que a la derecha y a la izquierda de Jesucristo fueron crucificados dos ladrones.   el ladrón que tenía a la izquierda comenzó a increpar a Jesús, pero otro ladrón,  al contemplar el heroísmo sublime de Nuestro Señor ´Jesucristo, al escuchar sus  palabras de amor y de perdón, se reconoce culpable y le dice: «Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesucristo, desde lo alto de la cruz, contestó al buen ladrón  «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Quería decir Hoy mismo, esta misma tarde, antes de que el sol se ponga. Y una vida de crímenes, de pecados…desembocó en el cielo directamente.  Basta decir: ¡perdón, con verdadero arrepentimiento,  para que en el acto se nos abran de par en par las puertas de la gloria.  ¡Ah, cuándo comprenderemos el amor y la misericordia infinita de Dios con los pobres pecadores!

TERCERA PALABRA «MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO…

«Estaba junto a la cruz de Jesús, su Madre».

Cristo nos salvó a todos con la complicidad de la Santísima Virgen María. Tenía que ser la Corredentora de la humanidad y lo fue. Por eso permaneció de pie en lo alto de la colina del Calvario, junto a la cruz de Jesús. Martirio inefable. Absolutamente indescriptible.

San Juan era en aquel momento el representante de toda la humanidad, por eso, cuando Cristo dijo a San Juan: «¡Ahí tienes a tu Madre!», nos lo dijo a todos y a cada uno de nosotros en particular.

Esta tercera palabra de Jesús en la cruz nos recuerda que la Virgen es nuestra Madre. ¡Somos hijos de María, Unid vuestro dolor al dolor de la Virgen Santísima. Y, aunque sea a través del cristal de vuestras lágrimas, contemplad el cielo, invocad a la Virgen, y Ella calmará vuestro dolor.

CUARTA PALABRA «DIOS MÍO, DIOS MÍO, POR QUÉ ME HAS ABANDONADO» (MT. 27, 46)

Nuestro Señor Jesucristo quiso salir, voluntariamente, fiador y responsable ante su Eterno Padre por todos los pecados del mundo.

La humanidad entera, puesta de rodillas, era insuficiente para salvar aquel abismo.  No podíamos rescatarnos a nosotros mismos. Pero Nuestro Señor Jesucristo, al juntar bajo una sola personalidad divina las dos naturalezas, divina y humana, en cuanto hombre podía representarnos a todos nosotros, y en cuanto Dios sus actos tenían un valor infinito. Únicamente Él podía salvar a la humanidad caída.

Por eso tuvo que experimentar el espantoso desamparo que merecía, no Cristo, sino toda la humanidad pecadora. Gracias, Jesús mío.  Gracias por haber padecido por mí ese tormento espantoso de tu desamparo.  ¡Muchas gracias, Jesús mío! Has querido sufrir tú este desamparo para que nosotros no quedemos  desamparado para toda la eternidad.

QUINTA PALABRA «TENGO SED»(JN. 19, 26)

Momentos después de pronunciar el divino Mártir del Calvario su cuarta palabra, desgarradora, abrió de nuevo sus labios divinos para decir: «Tengo sed».

Probablemente hacia las tres de la tarde,  Jesucristo tuviera fiebre y una Sed ardiente,

Al pajarillo no le falta nunca un charquito de agua donde apagar su sed. Hasta la florecilla en primavera, por la mañana, recibe la caricia fresca de una gotita de rocío. Pero Nuestro Señor Jesucristo, el Creador del mundo, el que había creado aquellos ríos del paraíso terrenal, no tendrá ni una sola gota de agua donde apagar su ardiente sed.

Pero Jesús, además de la sed material, tenía una sed espiritual Nuestro Señor Jesucristo, como un mendigo, nos pedía un poquito de amor, un poquito de correspondencia a su infinita generosidad. En esta palabra se nos presenta como divino mendigo del amor del pobre corazón humano.

SEXTA PALABRA «TODO ESTA CUMPLIDO» (JN. 19, 30)

Instantes después de pronunciar su quinta palabra, el divino Crucificado pronunció la sexta: «Todo se ha consumado, todo está cumplido».

Es el grito del triunfador que se cubre con el laurel de la victoria. Ahí está. Lleno de heridas, pero de gloriosas heridas, ¡Ha triunfado!  Todo está cumplido! Amadísimos de mi alma: todo pasa. ¡Todo pasa!… La belleza, el esplendor, las joyas, el triunfo, las alegrías, los placeres mundanos..

¡Todo pasa! Pero también el sufrimiento, y el hambre, y la sed y la amargura y las persecuciones y las calumnias. ¡Pasarán también!  pero el mérito de tu paciencia y resignación perdurará eternamente.

SÉPTIMA PALABRA «SEÑOR, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU» (LC. 23, 46)

Se acerca el desenlace supremo. Cristo se ha ido desangrando poco a poco: «gota a gota», dice Séneca que morían los crucificados.

El rostro de Nuestro Señor Jesucristo se está transfigurando por momentos.

La Santísima Virgen María lo está presenciando todo y en aquellos instantes su corazón virginal experimenta una indecible angustia, Pero de pronto Nuestro Señor Jesucristo se rehace, y levantando sus ojos al cielo clamó con una grande voz: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». ¡Muchas gracias, Señor, porque no bajaste de la cruz!

También nosotros moriremos. Pero moriremos confiados, Señor, porque Tú has muerto antes por nosotros.

Y Tú, Virgen de los Dolores,Refugio de los pecadores. si Tú no te olvidas de nosotros y vienes a la hora de nuestra muerte a recoger nuestro último suspiro, ya tenemos asegurada para siempre nuestra dicha y felicidad eternas.

Que si nació hoy, que si nació ayer, que si nació aquí, que si nació allá. Que si murió a los 33, que si murió a los 36. Que cuántos clavos, que cuántos panes y pescados. Que si eran reyes, que si eran magos. Que si tenía hermanos, que si no tenía. Que dónde está, que cuándo vuelve.

A mí me agarró la mano cuando más lo necesitaba. Me enseñó a sonreír y agradecer por las pequeñas cosas. Me enseñó a llorar con fuerzas y soltar. Me enseñó a despertarme saludando al sol y a acostarme con la cabeza tranquila. A caminar muy lento y muy descalzo.

Me enseñó a abrazar a todos y a abrazarme a mí. Me enseñó mucho. Me enseñó a quererme con ganas. A querer al que tengo al lado y, de cuando en cuando, a estirarle la mano. Me enseñó que siempre me está hablando en lo cotidiano, en lo sencillo, a manera de mensajes y que para escucharlo, tengo que tener abierto el corazón.

Me enseñó que un gracias o un perdón lo pueden cambiar todo. Me enseñó que la fuerza más grande es el amor y que lo contrario al amor es el miedo. Me enseñó cuánto me ama a través de mil detalles.

Me enseñó que los milagros sí existen. Me enseñó que si yo no perdono, soy yo el que se queda prisionero, y para perdonar primero tengo que perdonarme.

Me enseñó que no siempre se recibe bien por bien pero que actúe bien a pesar de todo.

Me enseñó a confiar en mí y a levantar la voz frente a la injusticia. Me enseñó a buscarlo dentro y no fuera. Me deja que me aleje, sin enojarse. Que salga a conocer la vida. A equivocarme y aprender.  Y me sigue cuidando y esperando. Hasta me dejó aprender de otros maestros, sin ponerse celoso. Porque es de necios no escuchar a todo el que hable de amor.

Me enseñó que solo vengo por un tiempo, y solo ocupo un lugar pequeño. Y me pidió que sea feliz y viva en paz, que me esfuerce cada día en ser mejor y en compartir mi luz conociendo mi sombra, que disfrute, que ría, que valore, y que él SIEMPRE va a estar en mí….que aunque dude y tenga miedo confíe, ya que esa es la fe, confiar en Él a pesar de mí….

Se llama Jesús.

Texto anónimo.

Acerca de Luis Barros

Moldeo mis palabras para aportar el filo de mi opinión. 

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